
Mariano Rajoy, cara pretendidamente amable de la derecha que viene, ha hablado. Y no ha podido ocultar lo que lleva dentro; no ha podido ocultar que lleva dentro a la derechona falangista, ultraderechista, ricinera, monotemática y clerical, a la que no quiere molestar, fascinada ahora por la calva peluda del hombre lobo Rubalcaba y por los morritos de Leire, de los Jín de toda la vida, Papá-jín, Mamá-jín, que dice el muecín de la mañana venido a menos, la derecha que mea, riendo a carcajadas, sobre el cadáver de Marcelino Camacho. Con Rajoy volverán a estar solteros los maricones, sean miembros del PP o no; volverán a estar solteros para que se note bien lo maricones que son los gays, y lo tortilleras que son las lesbianas. El que no quiera que se le note que se case con un matrimonio de verdad, como él. Con él seguirán pudiendo abortar quienes nunca dejaron de poder hacerlo, las mujeres con mechas rubias del PP, y sus hijas, que se pueden permitir pasaje y estancia en clínica privada del extranjero libre, no controlado por Don Rouco y sus secuaces; las demás a las curanderas, con sus agujas de hacer punto. Con un poco de suerte hasta Álvarez-Cascos volverá a estar casado con su primera señora, y a ser polígamo con las demás. Y en materia económica, él lo mismo que Cameron, aunque no sepa muy bien qué es lo que Cameron va a hacer; le suena bien. Piensa recortar los ingresos para no tocar lo huevos a los ricos, y mantener también el beneficio de esos obreros a los que defiende Cospedal. No le han preguntado qué piensa de la unidad de Ejpaña, y de si entraría con los tanques por La Avenida Diagonal en su caso.
Zapatero, di de una vez que no te presentarás a la reelección. PSOE, elijan un buen candidato (vuelvo a recomendar a Eduardo Madina). Líbrennos como sea de esta derechona que se nos viene encima. Tengan piedad.