
Quiero pensar que las empresa seleccionan los medios en los que quiere publicitar sus productos; no digo que lo hagan basadas en consideraciones éticas, sino buscando que los seguidores del medio que eligen sean la diana adecuada para su marketing.

Hay una cadena de radio en la que un locutor insulta cada mañana a todo lo que se menea –menos a Esperanza Aguirre- que basa su publicidad –con anuncios de calidad infame- en productos de parafarmacia (Adipesina –un adelgazante-, Kapydermol –un crecepelo-, Dolce Frutta Lax –un laxante-), pura charlataneria que debiera estar prohibida. También se anuncian ahí El Corte Inglés y los bancos, pero éstos... ya se sabe…

No hay duda de que los oyentes de esa emisora son –somos- sensibles a esos productos. De hecho hace pocos días un dirigente de las NN GG de AP que ha sido condenado por conducir ebrio, fue atacado e insultado en la emisora, y entre otras lindezas el locutor dijo de él que se estaba quedando calvo (en realidad el ataque se debía a que este militante al parecer es de la cuadra de Gallardón, bestia negra del pequeño locutor con fgggenillo)

Pero en todas partes cuecen habas. Acabo de esuchar en la SER un largo anuncio dedicado a promocionar la ecobola, una bola de cerámica plástica que permite lavar durante años sin detergente -en lavadora o lavavajilla- y sin producto adicional, en fin, casi lo que decíamos el otro día del móvil perpetuo…

Y hablo de todo esto para evitar la tentación del comentar –por hoy al menos- el bochornoso ejercicio de “culto a la personalidad” desarrollado por el PSOE en su convención de Zaragoza. No hay demócrata de buena voluntad que resista ese horror sin potar.